Resumen
Novela realista de carácter social, cuya acción se centra en el relato de la vida del protagonista, desde su infancia hasta la madurez. Nacido en Rota (Cádiz) en 1958 de familia de clase media baja, quedó huérfano de padre con doce años. Su madre, carente de ingresos propios, mantiene al hijo con el dinero que obtiene ejerciendo la prostitución en el entorno de los militares de la base naval norteamericana establecida en el lugar. El, por su parte, se ve obligado a dejar de estudiar para ganar algún dinero, siempre por los caminos de la marginación social y la delincuencia, por carecer de la formación necesaria para aspirar a algo mejor. Durante varias décadas arrastra una existencia errabunda con frecuentes cambios de ocupación y de residencia, entre Rota, Cádiz y Sevilla, hasta que el azar le permite establecerse de modo definitivo. Sin embargo, incluso entonces, lo imprevisto se cierne sobre él.
Felipe Benítez Reyes (Rota, 1960) narra en
El azar y viceversa una historia que evoca en su temática y forma narrativa, los relatos picarescos del Siglo de Oro. La lucha por la supervivencia obliga al protagonista a aceptar los trabajos más dispares y a redondear el escaso sueldo que reúne a base de trapicheos de todo tipo, incluso los abiertamente delictivos. Este continuo moverse entre empleos dispares y distintos grupos de amigos, según donde viva en cada momento, permite al autor trazar un amplio panorama de la sociedad andaluza de las tres últimas décadas del siglo XX, en lo que a sus más miserables estratos se refiere. El entorno de este pícaro moderno gira en torno al robo, la prostitución, la homosexualidad, la droga, el alcohol, la vagancia y el sexo desenfrenado. Benítez Reyes muestra sus cualidades de narrador al conseguir que una novela tan extensa como poco profunda alcance momentos de verdadera calidad novelística. Sin embargo, la acción resulta larga y reiterativa en exceso, limitada por su atmósfera ambiental a viviendas pobres y tugurios infectos y a personajes caracterizados como delincuentes o enfermos mentales. El estilo irónico y fluido, siempre en primera persona y con escaso diálogo, maneja un vocabulario a base de abundantes palabras e interjecciones vulgares y obscenas quizá para mayor semejanza con las novelas picarescas. El naturalismo que impregna el desarrollo argumental, centrado en gentes amorales, viciosas o degeneradas, acaba por inspirar rechazo en el lector antes que inducirle a justificarlas por el marco social en que se producen como pretende el autor.
