Resumen
Entre el esperpento y la ficción histórica el novelista
Montero Glez (Madrid, 1965) centra su relato en el confuso ambiente del espionaje en los primeros años de la Segunda Guerra Mundial. La obra ha sido galardonada con el 48 premio
Ateneo de Sevilla 2016.
La acción, que protagonizan un personaje ficticio, la supuesta bailaora de flamenco Petenera y otro real, el espía británico Ian Fleming (1908-1964) creador del famoso agente 007, James Bond, se desarrolla entre Algeciras y Gibraltar durante el año 1941. Para los servicios secretos británicos, se trataba de neutralizar los centros de vigilancia italo-germanos en la costa andaluza que controlaban la actividad de las flotas Aliadas a su paso por el estrecho de Gibraltar. Desde su base en el Peñón, Fleming debería organizar una red de contraespionaje para desmontar el dispositivo enemigo que contaba, según la trama imaginada por Montero Glez, con la ayuda de las autoridades del régimen del general Franco. Italianos, alemanes, británicos y españoles se acechan unos a otros y frecuentan los mismos tugurios, ventorros de mala nota y hoteles de lujo, en busca de la información que luego transmiten a sus respectivos gobiernos. Ian Fleming utiliza a su amante gitana Petenera como cebo para obtener datos de los agentes enemigos a los que los encantos de la bailaora seducen hasta hacerles perder el sentido de la discreción, propio del espionaje. Cuando el inglés descubre el doble juego de Petenera, que se vende a las potencias del Eje, no interrumpe las relaciones, dispuesto a disfrutar de ellas hasta el momento de ejecutar a la bailarina llevada a cabo en el cumplimento de los intereses del gobierno de Su Graciosa Majestad británica. Como en un escenario teatral se suceden las entradas y salidas de bribones, arribistas, militares y cantaores que actúan dentro de un decorado propio del género picaresco situado en una sórdida Andalucía donde cualquier trampa y traición es posible. La sátira y el humor negro desplegado, tanto en las descripciones ambientales como en los diálogos, utiliza con frecuencia imágenes sórdidas, lenguaje blasfemo y tórridos episodios de sexo que recuerdan determinados pasajes de las novelas de James Bond. Sin embargo, en esta ocasión, el autor atribuye a Ian Fleming una conducta que cuyo mal gusto y rudeza difieren mucho del trato refinado y elegante que caracterizó al protagonista de sus novelas.
