Resumen
Esta mujer nos ha metido en la intimidad de su memoria erótica y ya sabemos casi tanto como ella. Ha sido homosexual durante tres meses, después de haber cultivado una fascinada admiración por la homosexualidad. Se ha enamorado de una mujer y palpa sus oscuros lugares. La relación lésbica le descubre un imperio aletargado en el cuerpo atávico del placer. Pero hay algo más, quizás definitivamente perturbador: el incesto.
Angot padece la última prohibición y se asoma para saber qué pasará al otro lado. Acepta el poder del gran tabú y paladea el sabor de la amenaza: tantea la locura. Son dolores difusos, pero quizás el daño sea formidable. Quién sabe. Angot dice que «con esto del incesto no puedo sentirme gran cosa» y las violencias sumarias explotan. Pero, además, Angot, insolente, despótica, ama a esa mujer. «Porque no disimulo, no tengo pudor.»
Con una prosa furiosamente combativa, Angot hace una novela. Lo que suena aquí es parte de esa fuerza que en determinados momentos rasga la vida y la escritura. Parecerá una provocación a los modos del bien pensar, pero ha sido decretada la impugnación de todas las mentiras y ha llegado el momento de saber qué hay al otro lado del último gran tabú. Angot libera las mordazas y reclama la impunidad. Angot es una muchacha peligrosa.