Resumen
La muerte siempre ha impactado profundamente al ser humano. Implica un misterio, un enigma que al mismo tiempo revela, en contraste, el signo de la vida. Más que en esta última, es en la primera donde se expresa con mayor nitidez la esencia del ser humano. El rostro de un hombre muerto es, por tanto, manifestación de vida, de aquella que dejó de ser pero que sigue siendo para quien lo mira: es eso lo que refleja la última mueca, lo que se desliza en los pliegues de piel inerte que componen el gesto eterno. Es entonces cuando un flujo de sensaciones, pensamientos, recuerdos, imágenes y reflexiones irrumpe en la mente y la atrapa en su lógica delirante, tal y como ocurre en esta breve pero intensa novela.