Resumen
Cinco poemas largos y unitarios conforman este Libro de los trazados, cinco partes que, con una impecable estructura interna, dibujan magistralmente el trayecto de un aprendizaje y una aceptación, según esa &171;asombrosa capacidad de Vicente Valero&187;, como dice Antonio Gamoneda, &171;para la conversión del pensamiento y el lenguaje discursivos en pensamiento y lenguaje poéticos&187;.
El libro se inicia con un ascenso solitario (&171;La subida&187;) por el bosque, entre acantilados, persiguiendo aprehender esa celebración interminable que es la primavera, su magisterio fértil, en una original &8211;y paradójica&8211; reinterpretación de la misma como estación última, como conquista final. &171;Taller de paisajistas&187;, la segunda composición, ofrece, disfrazada de lecciones de pintura, toda una poética: cómo el arte consigue acceder a los secretos de la naturaleza, cómo puede rescatar también el poder sugestivo de sus luces y colores. El punto de inflexión se produce en la tercera parte del libro, &171;Curva en el camino del bosque&187;, donde la injerencia del dolor y la muerte trastoca la visión de las cosas, ahora ya más inhóspitas, aunque siempre en los límites de un mismo paisaje, cuyo emocionado recorrido es también una forma de consuelo. En &171;Voces para una danza infinita&187;, el refugio lo ofrece la identificación panteísta entre el alma y la naturaleza, esta vez representada por la noche y la lluvia. Mientras que es la última parte, &171;El río&187;, la que le descubre al sujeto poético &8211;a través de una corriente que es mero fluir inevitable, pura forma inaprensible&8211; una aceptación, una sabiduría, entre la desolación y la promesa. Cinco trazados diferentes que nos invitan a celebrar la naturaleza, el arte, la vida.
