Resumen
El historiador británico
Michael Scott lleva a cabo un trabajo de investigación dedicado al estudio comparado de las similitudes y diferencias entre las
grandes civilizaciones clásicas, desarrolladas en Asia y Europa desde el s.VI a. C. al s. IV d.C.
La obra se divide en tres grandes apartados, centrados, el primero en los regímenes de Atenas, Roma y China, el segundo en las distintas formas del recurso a la guerra como instrumento de dominio y el tercero, en la utilización de las grandes religiones al servicio de la ambición personal de militares y gobernantes políticos. Aunque Michael Scott reconoce las diferencias de mentalidad que separan los grandes Imperios Asiáticos, en particular el de China, de las civilizaciones de Grecia y Roma, se propone, sobre todo, resaltar unas semejanzas no siempre basadas en datos fiables. En realidad, se limita a considerar algunas ideas tan evidentes como la forma en que se repiten en todos los casos las mismas tendencias autoritarias de emperadores y militares que movilizan a los pueblos al servicio de sus propios fines egoístas. Respecto a los movimientos religiosos a los que alude, es decir, el confucianismo, el hinduismo y el cristianismo sorprende que reciban un trato igualitario que prescinde de sus contenidos y valores para presentarlos como expresiones más o menos humanitarias manipuladas por los dirigentes que encuentran en ellas un medio de atraerse a las masas crédulas. Este es el caso que se atribuye al emperador romano Constantino y a su contemporáneo Trídates el Grande de Armenia. Ambos son acusados de engañar por igual a cristianos y paganos al mostrar ante sus fieles representantes un doble juego que consistía en fingir la práctica de las dos religiones al tiempo, sin creer en ninguna de ellas. Por otra parte, la forma de presentar las disputas teológicas de los primeros tiempos del cristianismo, muestra los prejuicios del autor que, sin analizar debidamente los contenidos, reduce los hechos a simples rivalidades entre obispos ambiciosos que se disputan la primacía. Michael Scott utiliza un estilo sencillo y ágil, de tono divulgador, con abundantes rasgos de ironía propia del humor británico que hacen amena la lectura para un público popular, sin mayores exigencias de rigor histórico ni documental.
