Resumen
Toledo, la vieja capital de España, nunca ha conseguido beneficiarse del agua de su río, el Tajo, que discurre en lo profundo de un barrranco a un desnivel de más de cien metros, ni romanos ni árabes fueron capaces de superar ese desafío natural. Juanelo Turriano, relojero del Rey e ingeniero lombardo al servicio de la Corona española, con el apoyo de Felipe II y de su aposentador Juan de Herrera, idea un ingenio o artificio capaz de transportar el agua a una altura de más de 100 metros y a través de un acueducto de 300 metros hasta la torre nordeste del Alcázar.