Resumen
El relato bíblico del Génesis referido a la historia de Abraham, su hijo Isaac y los hijos de éste, Esaú y Jacob, sirve de inspiración a
Gustavo Martín Garzo (Valladolid, 1948) para el tema de su reciente novela,
No hay Amor en la Muerte. Isaac narra en primera persona los recuerdos que conserva de su infancia, con especial detalle varios de los episodios relacionados con Ismael, el hijo de la esclava Agar, el momento en que estuvo a punto de ser sacrificado a Yahvé, su matrimonio con Rebeca y el engaño de ésta para que bendijera como heredero a Jacob en lugar de a su primogénito, Esaú.
El autor no pretende interpretar el contenido del original en que se ha apoyado sino reescribirlo desde su particular punto de vista hasta convertirlo en una fantasía oriental, escrita en prosa poética. La acción se desarrolla con frases divididas por una cesura, a modo de hemistiquios de un poema, sin ningún otro signo de puntuación a lo largo de cada capítulo. Este planteamiento formal permite al autor realizar un ejercicio de estilo técnicamente brillante que pone de manifiesto una vez más sus dotes narrativas y su dominio de los matices expresivos posibles de la lengua escrita. Isaac se convierte así en un personaje de leyenda, con un padre mítico, una madre celosa y resentida, una mujer dócil según la mentalidad semítica y unos hijos problemáticos, con mucho menos carisma que él. Todos estos personajes, que aparecen como figuras imaginarias de una obra de ficción, serían aceptables lo mismo que la ambientación que se presenta acorde con la vida de los nómadas pastores de Oriente medio. Sin embargo, el contenido de la trama que los sustenta se opone, de forma evidente, al sentido de la Sagrada Escritura revelada del texto bíblico original. Ni Abraham ni Isaac actúan como siervos dóciles a la voluntad de Dios al que sirven libremente, sino más bien como víctimas de unas creencias donde el temor, el sacrificio y la muerta predominan con mucho, sobre el amor. Despojados de su sentido religioso, su conducta pierde su significado distintivo y responden a los principios de una familia más de costumbres patriarcales al modo del lugar y la época en que aparecen situados. Para suplir esta carencia, el autor recurre a frecuentes descripciones muy sensuales que en ocasiones cobran un alto contenido erótico y que en algunos momentos se deslizan hasta el terreno del sexo explícito con ciertos matices de perversión.
