Resumen
Pocos escritores diversificaron tanto y con tanta fortuna su actividad intelectual durante los años veinte y treinta como Antonio Espina , en el que confluyen todas las preocupaciones culturales y políticas de aquella época de crisis y esperanzas. Poeta de rara originalidad, cultivó también la prosa en relatos vanguardistas como Pájaro Pinto (1927) y Luna de copas (1929), y en sus biografías Luís Candelas (1929) y Romea o el comediante (1935). Seguido siempre con atención por la crítica de su tiempo, él mismo fue árbitro del gusto a través sus reseñas literarias y artísticas en Revista de Occidente y La Gaceta Literaria, y uno de los más penetrantes observadores de la modernidad cultural en sus ensayos, aparecidos en los principales medios liberales de la época, del semanario España al diario El Sol. A diferencia de muchos de sus contemporáneos, Espina mostró desde el comienzo de su trayectoria intelectual un raro sentido de la responsabilidad civil, que durante la década de los treinta le llevó a una frenética actividad política. Fue uno de los primeros en movilizarse desde 1929 por el cambio de régimen y mantuvo siempre su compromiso con la República, ocupando cargos como gobernador civil con los gobiernos de izquierda, o luchando a través de la prensa contra la desnaturalización de la república y la creciente amenaza del fascismo durante el bienio cedista. Concluida la guerra civil, Espina pagaría cara su apuesta política al verse obligado a permanecer en España. Perseguido por la represión franquista y limitado en sus movimientos, no le fue posible ya continuar con su carrera literaria, viéndose obligado en adelante a sobrevivir como escritor mercenario, dedicado a la traducción, el libro de encargo y el artículo periodístico bajo seudónimo. Ni siquiera un breve exilio, primero en París y luego en México, le permitió reintegrarse plenamente a la actividad intelectual de esa tradición liberal de la que siempre formó parte. En unas d&eac
