Resumen
El imperio se defendía a las puertas de Bruselas, la nueva Roma. Sus legiones se enfrentaban a un ejército de bárbaros alzados en armas para derribar la dictadura de los eurócratas y restaurar las antiguas naciones y lenguas abolidas por la Unión Europea Continental. Sus banderas encarnaban la utopía de un mundo desaparecido bajo el poder de la ciencia sensorial, panacea de una felicidad artificial que había liquidado la depresión y la soledad, mientras los rebeldes luchaban por rescatar la filosofía, la política y el arte del pasado.<