Resumen
Stephen King concluye su trilogía con
Fin de guardia, novela negra que desde la primera página muestra el estilo terrorífico característico del autor. El detective retirado Hodges investiga una serie de suicidios que convergen en un punto común: todos los fallecidos han tenido relación con Brady Hartsfiedl, un asesino que está ingresado en un hospital en estado vegetativo a causa de los golpes recibidos en su detención. El médico que lo atiende le está suministrando drogas experimentales que supuestamente le otorgan poderes como la capacidad de mover objetos con la mente o de entrar en los cuerpos de ciertas personas vulnerables para controlarlas. Brady comienza a despertar y reanuda su actividad criminal desde su cama, planea siniestras acciones arrastrando al suicido a la gente, empezando por aquellos adolescentes que escaparon de la muerte en la masacre que el provocó. También quiere vengarse de gente como Hodges a quien le acaban de diagnosticar un cáncer de páncreas con mal pronóstico por lo que el detective se implica con todas las energías de que es capaz en este dramático caso para intentar frenar el número de víctimas y capturar a su autor, una cacería mutua implacable.
King presenta una novela que combina el realismo más crudo con la fantasía tecnológica más sofisticada empleada para el mal dando lugar a abundantes secuencias de violencia. Un libro cargado de tensión cuyo trepidante ritmo aumenta hasta convertirse en una narración vertiginosa, repleta de crueldad, terror y sangre. De fondo se deja entrever la debilidad humana y cierta condescendencia hacia al suicidio del que hay bastantes referencias, todas ellas presididas por el horror, uno de los recursos narrativos predilectos de Stephen K. Su lectura no resulta grata aunque atrapa.