Resumen
Junto con "La celda de Próspero" (1945) y "Limones amargos" (1957), esta obra, fechada en 1953, forma parte de una trilogía en la que el autor expresa su pasión por los paisajes y los pueblos del Mediterráneo. Si los otros dos títulos antes mencionados se referían respectivamente a Corfú y Chipre, éste tiene como escenario la isla de Rodas, donde Durrell permaneció entre 1945 y 1946 como oficial británico de información del servicio de las fuerzas de ocupación.
Vinculado desde muy joven, por motivos familiares, a los países del Mediterráneo oriental y viajero atento y curioso, Durrell comprende mucho y bien el mundo que describe. Su humor, muy anglosajón a pesar de todo, no encierra condescendencia despectiva, sino irónica y afectuosa aceptación de una cultura milenaria y poligénica y, por tanto, escéptica y calmosa. Lo que ha escrito no es en sentido estricto un libro de viajes, sino la expresión pormenorizada del proceso de fascinación al que Rodas le somete, hecho de admiración y crítica en dosis alternativas. Ingeniosa, divertida y bien escrita, la obra se lee con interés y, aunque se remonta a una época ya lejana, en ella se transmite una visión humanista y poética de lo que es, al cabo de los siglos, la tradición helénica, cuyo contenido esencial pervive al paso del tiempo.