Resumen
El 5 de mayo de 1923 fallecía en su casa de El Cervigón (Gijón) Rosario de Acuña y Villanueva, tras setenta y dos años dedicados a la poesía, la montaña, las obras dramáticas, los animales, los artículos periodísticos, los viajes, la lectura, las labores domésticas, la avicultura, las conferencias, el mar… Una vida intensa en la que podemos distinguir dos etapas. En la primera, disfruta la cómoda seguridad que su noble linaje le proporciona. Hija única de una familia que hunde sus raíces entre los Grandes de España, se casa con un militar y se dedica al cultivo del «femenino» arte de la lírica. Siendo aún treintañera inicia una nueva etapa que viene a coincidir con la muerte de su padre; entonces se separa del marido y se declara públicamente librepensadora y, tiempo después, masona. A partir de ese momento, se convierte en una escritora militante, combatiente en defensa de sus ideas: libertad de pensamiento, neutralidad religiosa del Estado, defensa del racionalismo, de la ciencia, de la educación laica, beligerancia frente a la discriminación de la mujer, necesidad de regenerar el país… No escatima esfuerzos en la divulgación de sus creencias desde las páginas de diversos periódicos y revistas. Inicia un progresivo distanciamiento de la sociedad en la que había vivido hasta entonces: de Madrid a Pinto; luego a Cueto, en las cercanías de Santander y, al fin, Asturias: «Hace muchos años, casi desde mi niñez, fue mi sueño rosado vivir y morir en esta Asturias, a la que conozco palmo a palmo, pues que la recorrí a caballo y a pie durante varios años…».
