Resumen
Dejé mi corazón en Manila, novela de fondo histórico y tratamiento sentimental, se inicia en junio de 1936, en el momento en que una joven asturiana viaja de Gijón a Barcelona con su hermana, de apenas once años, para embarcar en el trasatlántico que las llevará hasta Manila. La inminente amenaza del estallido de la guerra civil ha impulsado a la madre de ambas, viuda de un general, a alejarlas de España, enviándolas a casa de una de sus hermanas, casada con un filipino.
Marta Gálatas narra la vida de su protagonista desde que abandona su país hasta que, a mediados de siglo, casada con un empresario de éxito y madre de tres hijos, regresa y se instala a vivir en Madrid con su familia. La obra se centra en la descripción del paisaje del archipiélago filipino, de las costumbres y folklore de los nativos y de la forma de vivir de los españoles que, después de que el país se independizara de la metrópoli en 1898, permanecieron allí dedicados a diversos negocios. Los primeros capítulos donde la protagonista se enamora de un pasajero del trasatlántico, muestran una clara impronta de novela rosa que se prolonga al referirse al matrimonio y comienzo de la convivencia de la pareja. La parte central, referida a la llegada a las islas de las noticias de la guerra civil española y más tarde de la invasión japonesa, resulta la más interesante, al ofrecer datos y episodios históricos apenas conocidos. La autora refleja hábilmente en qué forma la radical división ideológica que provocó la guerra civil se traslada hasta la lejana excolonia y levanta allí las mismas pasiones enconadas. La crueldad de los invasores japoneses hasta que fueron desalojados por las tropas del general americano MacArthur se describe en términos significativos aunque con cierta discreción formal. La figura del marido de la protagonista, capaz de reconstruir sus empresas en una nación asolada por las bombas y arruinada económicamente cierra este bien conseguido núcleo narrativo que incorpora personajes y circunstancias reales a otros imaginarios. La parte final, ya en la patria, se convierte en un retrato de época un tanto generalizador que, sin embargo, consigue ser la crónica social de una década deprimida por los efectos de la guerra, todavía difíciles de remontar. Escrito con una técnica convencional, estilo correcto pero carente de personalidad expresiva y poco acertado, salvo alguna excepción, en el trazado psicológico de los personajes, el relato resulta ameno y se lee sin esfuerzo aunque tal vez el tema se hubiera prestado a un mayor lucimiento novelístico.
