Resumen
Teddy Todd, nacido en la segunda década del siglo XX en Inglaterra y que ya intervino en otra novela anterior de la misma autora, es el protagonista elegido en esta ocasión por
Kate Atkinson (York, 1951) para reflejar la influencia que la IIª Guerra Mundial ejerció sobre su generación y las consecuencias, materiales y morales que se derivaron de ella para las dos generaciones sucesivas. La acción se centra en la vida del protagonista, su servicio como piloto militar durante la guerra, su vida familiar posterior en el papel de marido, padre y abuelo y la trayectoria seguida por su hija única y sus dos nietos, en un mundo muy diferente al suyo.
Kate Atkinson ha escrito una novela de tema bélico que va más allá del estricto desarrollo de los combates, cuya descripción es la parte mejor lograda de todo el desarrollo argumental. Teddy es un piloto muy hábil, además de buen compañero de equipo que cuida siempre del resto de la tripulación para evitar, en lo posible, perder vidas. Como consorte, padre y abuelo, su conducta tiende a mantener una línea consecuente de protección y responsabilidad, aunque luego los cambios sociales alejen a su hija de las enseñanzas recibidas. Este segundo aspecto de la trama se encuentra desde el punto de vista novelístico menos logrado que el primero, porque el tratamiento temático, demasiado extenso, hubiera exigido una elaboración más profunda que eliminara detalles superfluos y fuese más incisiva de fondo. La ambientación, el trazado de personajes, salvo el de Teddy y el desarrollo de los acontecimientos, están concebidos con arreglo a esquemas más comerciales que literarios, en función de captar el interés de sectores de público muy amplios. Esto explica que, en la trayectoria vital del propio Teddy, acabada la guerra, en la de su hija y en las de sus nietos se evidencien posturas relativistas, muy a tono con una época que heredó de la pasada contienda, no sólo ruinas físicas sino sobre todo espirituales, hecho al que alude el título de la novela
Un dios en ruinas. Teddy que, en su juventud, se esforzó siempre en salvar a sus compañeros de escuadrilla, hasta la evidencia de su muerte, no vacila después, en acortar el dolor de su mujer, que agoniza, ahogándola con una almohada. En el mismo plano relativista, la hija, representante del movimiento hippy, que convivió de pareja con un drogadicto que se suicidó y al hacerlo casi mata a su niño, nunca asumió los deberes conyugales ni maternales con plena responsabilidad. La ausencia de sentimientos religiosos contribuye a subrayar la falta de valores que predomina en el desesperanzado realismo de la trama.