Resumen
Entre la novela satírica y el género picaresco, el relato de
Manuel Sánchez-Sevilla (n.1974) oriundo de la capital andaluza, sitúa en el marco del Alcázar una acción centrada en la búsqueda de un fabuloso e imaginario tesoro, escondido en los jardines del palacio musulmán.
Una gran cantidad de joyas, lingotes de oro y plata, valiosos cuadros y obras de arte patrimonio de la Iglesia, se supone que fueron depositados en arcones y enterrados en una cueva para salvarlos de los saqueos del ejército francés que, al mando del mariscal Soult, se hallaba acantonado en Sevilla en la primavera de 1808. Los objetos, propiedad de miembros destacados de la aristocracia o custodiados en iglesias o conventos, fueron inventariados para su devolución a los propietarios legítimos una vez finalizada la guerra que España libraba contra el invasor. La lista de bienes y el plano de su emplazamiento cayeron en manos de una joven modistilla, María, y de su novio, ?Juan el carpintero? que reunieron una banda de menestrales y artesanos dispuestos a alzarse con las riquezas y disfrutar de una vida regalada el resto de sus días. Conocedores del plan tramado por la pareja, una avarienta y adúltera aristócrata, amante de un oficial francés, se unen a los conjurados dispuestos a participar en el reparto del tesoro. Entre pillos anda el juego, ya que cada uno de los compadres del negocio se propone eliminar a sus competidores y alzarse en exclusiva con los disputados bienes ajenos. La noticia llega a oídos de los nobles y del clero que, naturalmente, toman las medidas oportunas para impedir el saqueo de sus propiedades. Todos los sectores implicados van a coincidir en la majestuosa recepción nocturna organizada por el rey José Bonaparte en las dependencias del Alcázar, a la que, en la ficción, asistirán, en pleno, las fuerzas vivas de la mejor sociedad sevillana. Las escenas finales, en las que unos y otros se combaten sañudamente en los jardines palaciegos resultan un tanto burlescas pese a la ferocidad y la saña con la que los contendientes, españoles y franceses, se apuñalan sin piedad, movidos por la codicia y el odio. La pobreza del lenguaje y la ausencia de una adecuada revisión de estilo que se aprecia en las abundantes repeticiones de términos y fallos gramaticales dificultan la lectura y muestran la falta de recursos literarios del autor. Las críticas a la Iglesia a través de actividades atribuidas a sacerdotes y religiosos corruptos junto a episodios de sexo explícito, pueden afectar negativamente los sentimientos del lector.
